Un juego de weekend de fines del siglo XIX para cotillear y cerrar negocios mientras se disfruta del deporte sin perder en exceso la compostura; fue la élite británica quien lo inventó, quien pensó en no golpear con el cuerpo sino con un utensilio que estilizara el golpe, quién ideó una pelota más pequeña para valorar el toque en lugar de la pura fuerza, y todo ello apoyado en una vestimenta que corroborara las notables diferencias entre las damas y las demás, entre los caballeros y el resto; así comienza este deporte llamado tenis, practicado desde el principio por las señoritas, incluso algunos aventuran que comenzó como un deporte tan delicado que sólo estaba destinado a las mujeres, aunque se les cerró la puerta de la competición durante largos años hasta que en Dublín se apostó por un torneo exclusivamente femenino en 1879, seguido ya en 1884 por el célebre Wimbledon.
Largos trajes de capas y capas, grandes lazos, corsés, sombreros, enormes hombreras, botines valmoral, y en definitiva moda de élite, que dificultaba enormemente el movimiento y la flexibilidad que en un deporte que tal y como lo conocemos hoy se antoja estrictamente necesario; sin olvidar, por supuesto, ese puro color blanco sin excepción que permitiera disimular el tosco y feo sudor. Esa era la estricta moda femenina del tenis en sus comienzos, un espejo de la moda de alta sociedad de aquélla época y un reflejo de un deporte de élite, no accesible a todos.
Sin embargo, hoy el tenis también se juega más allá del siempre perfecto verde tapete londinense, también se juega con una técnica y una táctica diferente y, desde luego, también se juega con un vestuario muy desigual de colores. En sus comienzos la ropa del tenis ayudaba a agrupar, a complacer esa voluntad de élite superior y diferenciada de todas las damas respecto de las demás, hoy lejos de aquello, cada tenista se diferencia cuanto puede de su compañera. La clase cedió el paso a la innovación, la moda de mínimos a la de máximos.
Este proceso ha seguido una línea peculiar, llamativa e interesante a lo largo de la historia. El tenis de fines del siglo XIX, poco tiene que ver más allá de las reglas básicas con el moderno. Pero no se pasó del blanco y negro al color de un día para otro. Les mostramos los cambios seguidos por la moda femenina del tenis, así como una suculenta y graciosa galería fotográfica. Hoy en Punto de Break, tan curiosos como apasionados por este deporte, sus detalles y su historia, hacemos una obligada parada en el vestuario femenino y en su recorrido histórico.
Ahí tienen la imagen. Blanche Bingley-Hillyard, la primera gran campeona del tenis, británica de clase alta, esposa de un gran comandante británico y también tenista de renombre George Whiteside. Desde que jugara su primer Wimbledon con 21 años, no dejó de participar hasta que cumplió los 48. Y ahí la tienen, a esta auténtica promotora del tenis, jugando sobre hierba con más de cuatro capas en la falda, incomodas hombreras y medias negras, causando la atención del refinado y selecto público, vestido para la ocasión.
La siguiente gran campeona que conoció el tenis femenino fue la también británica Dorothea Douglass, dispuesta a cometer la locura, de cortarse mucho el pelo para poder disputar los partidos de forma más cómoda. La tradición del vestuario seguía inalterable. Hubo que esperar hasta que en épocas de la primera guerra mundial el tenis también, como Europa, diera un vuelco y su vestuario con él. Los torneos pasaron a ser internacionales, entrando a disputarlos tenistas ya de nacionalidades muy diferentes, como ocurrió con la noruega Molla Bjurstedt Mallory, campeona de cuatro US Open consecutivos, que jugó con jersey verde oscuro, falda por las rodillas y cinta en la cabeza. Una auténtica revolucionaria en la moda de este deporte. De origen humilde, protagonizó el sueño norteamericano desplazándose a Nueva York como masajista y entrando por probar en su primer US Open, que significó su primer título. Ruda y guerrera, demostró a las ‘señoritas’ del tenis que este deporte también tenía otra cara. Dijo una vez: «Encuentro que las chicas generalmente no golpean la pelota tan duro como debieran. Yo creo en golpear siempre la bola con toda mi fuerza, pero parece haber una disposición para "solo pasarla" en muchas chicas con las que he jugado. Yo no llamo tenis a esto». Mítico se recuerda su enfrentamiento con la leyenda francesa Suzanne Lenglen, que fingió la primera vez que jugó ante la noruega para poder retirarse pues estaba siendo barrida en pista.
La gala Lenglen, también rompió moldes en la moda. No sólo su desempeño en la cancha llamó la atención cuando acudió al primer Wimbledon disputado tras cuatro años sin evento con motivo de la guerra. El público se mostró sorprendido cuando apareció en el All England Tennis & Croquet Club con un vestido que dejaba ver sus antebrazos y corto por encima de las pantorrillas, mientas que las demás jugadoras competían en vestidos que cubrían casi todo el cuerpo. Los tradicionales británicos entraron en shock ante la osadía de la francesa que también bebía un coñac entre los sets.
La moda siguió su curso aunque vivió un parón desde 1920 hasta mediados de siglo, fue en los ’60 cuando una nueva revolución llegó de la mano de Margaret Court, australiana campeona de 24 Grand Slams, los pantalones-falda se hicieron famosos permitiéndole marcar una auténtica era por su gran agilidad; así como la brasileña María Bueno, siempre defendió cierto escote e incluso estampados para competir.
Abierta la puerta, Billie Jean King y Chris Evert, entre el final de la época clásica del tenis y la novedosa Era Abierta, introdujeron los colores. Martina Navratilova también marcó una época en el tenis, pero a nivel de ropa siempre fue una tenista ciertamente ‘gris’, aunque con sus características gafas también será recordada en los libros de moda del tenis femenino. Poco a poco, prendas de algodón y mucho más cómodas se habían hecho comunes entre todas las tenistas ya totalmente profesionalizadas.
En esta época se antoja estrictamente necesario hablar de uno de los más grandes diseñadores de moda de la historia del tenis femenino, el británico afrancesado Ted Tinling. Desplazado desde pequeño de su Eastbourne natal a Niza, en Francia, por prescripción médica por grave asma bronquial. Lo que fue un viaje para sobrevivir y ganar calidad de vida se convirtió en el viaje de su vida, pues allí en el sur galo conoció a Lenglen junto a la que pasó buena parte de su vida, entrenando con ella y convirtiéndose también él en tenista profesional. Ya retirado no abandonó el mundo del tenis y se hizo diseñador de la ropa femenina. Él marcó un antes y un después en la historia del vestuario de este deporte, vistió a grandes nombres como Navratilova, Ever, Jean King, Goolagong o Virginia Wade, entre otras, aparte de a la propia Lenglen. Al servicio siempre de Wimbledon, donde ha desempeñado algunos de los roles más importantes del All England Tennis & Croquet Club, es miembro del Hall of Fame del Tenis, y poco después de su muerte se puso saber que también había sido espía de la inteligencia británica durante la Segunda Guerra Mundial. Abiertamente homosexual, siempre tuvo una conexión especial con las tenistas que se peleaban por estrenar sus nuevas ideas, fueran cuales fueran, lo que propició una competición y una innovación inexistentes en las prendas femeninas del tenis hasta ese momento.
Desde los años ’80, rayas, flores, curvas y logos tuvieron entrada en la moda femenina, aunque aún con común tendencia al blanco o colores similares. Mónica Seles, Martina Hingis o Arantxa Sánchez-Vicario -ésta última con su mítica falda con sostenedor de bola, que pueden observar en el vídeo perfectamente-, seguían dando pasos adelante y un repaso fotográfico de sus carreras profesionales deja patente el gran cambio que pegó la moda del tenis femenino de comienzos de los ’90 hasta el inicio del siglo XXI. Todos los colores, todas las formas y sobre todo comenzó ahí la gran guerra de marcas. Ya no valía con que la tenista estuviera cómoda y la prenda fuera útil para el desarrollo del juego, sino que se empezaba a valorar qué impresión causaría, si la gente lo compraría después y cómo quedaría en las fotografías. Fila, Yonex y Adidas dominaban un mercado cada vez más competitivo.
Ni qué decir tiene la época siguiente. El blanco quedaba ya totalmente reservado a Wimbledon, y las marcas de ropa promovían tendencias, centradas siempre en la posible demanda posterior de las mismas. Nike de la mano de Serena Williams y Maria Sharapova irrumpió radicalmente en el tenis femenino, Adidas con Justine Henin, Fila con Kim Clijsters o Reebok con Mauresmo, entre otras muchas. Faldas muy diferentes, cuellos extraños, mangas o tirantes, la idea era llamar la atención y vestir a una de las grandes.
Siguiendo esa senda queda la actualidad en la que dos grandes grupos de marcas dominan la escena mundial: Nike con figuras como Azarenka, Sharapova, Serena o Kvitova, frente a la Adidas de Ivanovic, Wozniacki, Kerber, Kirilenko o Hantuchova. En el último lustro se ha seguido una línea hacia los vestidos, tan elegantes como deportivos, dejando atrás las dos prendas que dominaron el tenis desde casi con totalidad el vestuario de tenis femenino desde el siglo XX. Líneas diferenciadas para cada jugadora, e incluso inmersiones de diseñadores y diseñadoras de pasarela como Stella McCartney encarga de crear la ropa de Wozniacki durante los dos últimos años. Estos vestidos de casi modelos como Sharapova, Ivanovic, Stosur o Kirilenko, se enfrentan a la línea de esas mismas marcas tendentes a dos prendas y por momento diseños cada día más extravagantes, con colores chillones y muy llamativos como los que ha venido seleccionando Adidas.
Hoy la moda es un asunto comercial, casi asunto de estado cuando de una top10 hablamos. Cambia entre 4 y 8 veces según la tenista por temporada, y se acompaña de complementos a más no poder. La moda en tenis femenino ha cambiado, ha dado un giro radical, y en los últimos 20 años ha avanzado tanto como casi en el resto de su historia. Ahora las marcas envían sus colecciones, las venden vía online y realizan reportajes fotográficos para lucir a sus tenistas y a sus prendas. De un estorbo a un elemento protagonista del circuito mundial. Del blanco impoluto a los fosforitos. De las faldas de cinco capas a los minipantalones de Azarenka. Del jersey hasta las muñecas y la falda hasta los tobillos al vestido de minifalda, volantes y escote.
El tenis, como el mundo, y el vestuario del tenis femenino, como la mujer, han progresado de forma espectacular el último siglo, y las pistas así lo reflejan. Esta es la historia de la moda del tenis femenino, y esta es una de las explicación del éxito de Wimbledon año tras año.
Galería fotográfica / Hª de la moda del tenis femenino:
1884 / Maud Watson (GBR)
1888 / Lottie Dod (GBR)
1905 / May Sutton Bundy (USA)
1908 / Charlotte Cooper-Sterry (GBR)
1913/ Dorothea Lambert Chambers (GBR)
1919/ Suzanne Lenglen (FRA)
1927 / Helen Wills Moody (USA)
1934 / Joan Hartigan (AUS)
1937 / Alice Marble (USA)
1944 / Pauline Bet Addie (USA)
1946 / El entrenador Dan Maskell enseña a 7 de las mejores raquetas femeninas británicas del momento
1952 / Doris Hart (USA)
1963 / Margaret Court (AUS)
1967 / Ann Haydon Jones (USA)
1971 / Evone Goolagong (AUS)
1977 / Chris Evert (USA)
1981 / Hana Mandlikova (CZE)
1987 / Martina Navratilova (CZE-USA)
1990 / Monica Seles (YUG-USA)
1995 / Steffi Graf (GER)
1999 / Martina Hingis (SUI) y Amelie Mauresmo (FRA)
2002 / Anna Kournikova (RUS)
2003 / Jennifer Capriati (USA) y Serena Williams (USA)
2006 / Maria Sharapova (RUS) y Justine Henin (BEL)
2008 / Ana Ivanovic (SRB) y Jelena Jankovic (SRB)
2010 / Kim Clijsters (BEL) y Caroline Wozniacki (DEN)
2011 / Serena Williams (USA)
2012 / Serena Williams (USA), Agnieszka Radwanska (POL), Victoria Azarenka (BLR) y Maria Sharapova (RUS)
by @Pep_Guti en @PuntoDBreak