
La derrota del canadiense Milos Raonic en la primera ronda del torneo de Valencia ante Gilles Muller le aleja de la posibilidad de entrar en el Top 10 y casi le descarta para entrar en la próxima ATP World Tour Finals de Londres.
Milos Raonic tiene un potencial enorme, descomunal. Dueño de uno de los mejores saques del circuito y de una derecha poderosa, el canadiense es posiblemente, a sus 21 años, el hombre con más futuro del circuito. En Valencia, un ATP 500, el pupilo de Galo Blanco disponía de una oportunidad de oro para dar un salto de cualidad.
Ubicado el 15º del mundo, el objetivo de ser Top 10 estaba mucho más cerca tras la prematura derrota de Juan Mónaco, el hombre que ahora mismo ocupa esa posición en el ranking de entradas. Por si fuera poco, la eliminación de John Isner y las retiradas de Jo-Wilfried Tsonga y Janko Tipsarevic le despejaban un cuadro donde su máxima amenaza era el ucraniano Alexandr Dolgopolov.
Sin embargo, su derrota ante Gilles Müller, el zurdo luxemburgués que eliminara en 2005 a Rafa Nadal de la hierba de Wimbledon, le ha desbaratado esa gran oportunidad y le ha hecho ver que todavía debe de mejorar uno de los aspectos esenciales para estar entre los mejores: la regularidad, esa que le ha faltado en algunos tramos de la temporada.
Ganador de dos torneos este año, en Chennai en la primera semana del curso, y en San José, donde repitió título, esta temporada se ha consagrado como uno de los pocos jóvenes que puede tutear al actual Top 4. Al escocés Andy Murray ha sido capaz de vencerle en pista en dos ocasiones (Barcelona y Tokyo, más el abandono del británico en Canadá). Incluso, Roger Federer, ha tenido que sufrir de lo lindo cada vez que se ha visto las caras con el gigante canadiense- tanto en Madrid como en Halle, el suizo tuvo que vencerle en el tiebreak de la tercera manga-.
Ese gran poder de medirse a los mejores y ganar títulos, sin embargo, contrasta con algunas derrotas inesperadas que le han hecho todavía no llegar al ansiado Top 10. Como por ejemplo, la sufrida contra Sam Querrey en la segunda ronda de Wimbledon, o yendo menos lejos en el tiempo, la caída también en su segundo partido en el Masters 1000 de Shanghái ante Marcos Baghdatis. Jugadores buenos, los dos, pero a los que debe de vencer y más en citas grandes, si de verdad quiere dar ese gran salto de calidad que separa a los buenos de los muy buenos.
Posiblemente, la juventud y el desgaste físico y mental del año le haya pasado factura en este tramo final de temporada. Una época, en teoría, favorable para sus características de sacador, puesto que la pista cubierta europea debía favorecerle a su juego agresivo, y le debería suponer un buen puñado de puntos en su casillero.
Ahora, con París-Bercy a la vuelta de la esquina, sólo un milagro en forma de final puede hacer que Milos Raonic consiga meterse dentro de los 10 primeros del mundo antes de que acabe la presente temporada.
El año 2013, su gran asalto
A pesar de ello, gran parte de su pensamiento debe de estar puesto en el 2013, un año vital para ver hacia donde camina la carrera del canadiense. Si 2011 fue la temporada de su aparición por el circuito, y 2012 la de su confirmación, son muchos los que piensan que el curso que viene debe de suponer la explosión definitiva del candiense.
Ya metido entre los 15 primeros, todo debe resultar más fácil. La experiencia adquirida, que le hará tener más madurez, y sobre todo, un ranking que le evitará tener que enfrentarse a los mejores en las primeras rondas-uno de sus mayores lastres en 2012- deben de servirle para ingresar en el Top 10, e intentar llegar a las rondas finales de los Grand Slams. Dos de los objetivos que todavía se le resisten a un tenista que llama a las puertas del futuro.