Dolgopolov confiesa sufrir el síndrome de Gilbert, una enfermedad del hígado
El tenista ucraniano ha confesado que el síndrome de Gilbert le provoca trastornos en el hígado que le perjudican en su carrera tenística


El ucraniano Alexandr Dolgopolov es un tenista muy peculiar dentro del circuito ATP que entre otras cosas destaca por sufrir el síndrome de Gilbert, una enfermedad del hígado que cuando le afecta le produce esporádicos episodios de ictericia, como el mismo ha declarado recientemente en una entrevista concedida al diario New Straits Times.
Esta patología hereditaria, que fue descubierta hace más de 30 años, tiene como síntomas más destacados la coloración amarillenta de la piel ( la citada ictericia), una gran fatiga y en ocasiones un dolor punzante en el hígado.
El síndrome de Gilbert está relacionado con un elevado nivel de bilirrubina en sangre y en muchas ocasiones aparece como consecuencia de un cansancio excesivo. La enfermedad supone un enorme trastorno para la vida de un jugador como Dolgopolov, acostumbrado a una vida llena de estrés por las exigencias de la alta competición. Y es que uno de los factores que más ayudan a empeorar el síndrome son los viajes largos en avión, el pan nuestro de cada día para un tenista profesional.
Este problema hace que el jugador adopte enormes medidas de precaución como el sometimiento a inyecciones periódicas y un control estricto de la dieta. No obstante, cuando la enfermedad se reproduce, Dolgopolov debe permanecer ingresado en el hospital, necesitando entre una y dos semanas para volver a estar en plenas condiciones.
Sin duda, un gran incoveniente para un tenista que en los últimos años está siendo uno de las grandes sensaciones de la ATP. Su espectacular saque y su amplia variedad de juego le hacen ser uno de los jugadores más atractivos de ver sobre una pista de tenis para el pública. Dejadas, golpes inverosímiles, derechazos increíbles, son algunos de los puntos fuertes del repertorio del ucraniano.
Dolgopolov, que tiene actualmente 23 años, es profesional desde 2006, aunque no fue hasta 2010 cuando empezó a ser conocido para el gran público. Ese mismo año, además de llegar a las primeras semifinales de su vida en el torneo inglés de Eastbourne, formó parte del cuadro principal de los cuatro grandes, logrando en Roland Garros su victoria más importante hasta ese momento al derrotar al chileno Fernando González. Todo ello, le valió para acabar en el puesto 48 del ranking.
Pero su gran eclosión vendría en 2011. Ese año empezaría su ascenso a las primeras posiciones de la clasificación con unos sorprendentes cuartos de final en el Open de Australia donde sólo Andy Murray podría pararle. En el camino dejaría a Jo-Wilfried Tsonga y Robin Soderling.
Además, conseguiría hacerse con su primer título en Umag al derrotar en la final al croata Marian Cilic y llegaría a la final del torneo brasileño de Costa do Sauipe donde perdería con Nicolás Almagro. Una gran actuación que le permitió acabar el año dentro del Top 20.
Esta temporada, ya ha sido capaz de anotarse su primer ATP 500 en Wasghinton al ganar a Tommy Haas y llegar a la final de Brisbane donde cayó ante Andy Murray.
Un juego extraño y atractivo
A pesar de haber reconocido en varias ocasiones que es un especialista en tierra batida, Dolgopolov es un peligro para cualquier tenista sea cual sea la superficie que se trate. Su forma de jugar sin dar ritmo y sus continuas improvisaciones en el juego hace que sean muchos los tenista que prefieran verlo alejado en los cuadros de los torneos.
Su gran handicap quizás radica en su tremenda irregularidad, que le hacen ser capaz de alternar semanas excelentes con victorias importantes, con torneos donde sorprendentemente cae eliminado a las primeras de cambio por un jugador de un nivel inferior.
No obstante, es un jugador indispensable para el aficionado, pues representa un juego distinto y diferente al acostumbrado a ver y muy necesario para el espectáculo. Con Dolgopolov, la salud del tenis está en buenas manos.