David Ferrer simboliza como nadie los excesos del calendario de una temporada más cargada de partidos de lo habitual. La presencia de los Juegos Olímpicos este año ha provocado un auténtico terremoto a la hora de confeccionar las fechas de los torneos, y ha dejado a los tenistas en una situación muy delicada para afrontar el tramo final de la campaña.
El caso del número 5 del mundo es paradigmático. El alicantino ha disputado 72 encuentros individuales cuando aún no se ha acabado el mes de septiembre. Eso sin contar la disciplina de dobles, en la que ha disputado once partidos más, cinco de los cuales pertenecieron a los Juegos Olímpicos, donde a punto estuvo de lograr junto a Feliciano López una medalla.
A esa carga de encuentros, hay que sumar la consabida suma de partidos, compromisos y viajes por todo el mundo. En total, una locura que no hace más que confirmar la saturación del calendario y la mala planificación que este año ha realizado la ATP de él.
El caso de Ferrer no es único. El serbio Novak Djokovic, con 71 partidos, o Roger Federer, con 69, también están sufriendo los rigores del año olímpico. Ni qué decir tiene Rafa Nadal, al que el tremendo castigo de la temporada de tierra batida sobre sus rodillas ha dejado en el dique seco por un periodo largo de tiempo.
Este problema se viene repitiendo sistemáticamente desde años atrás en el circuito. Los Juegos Olímpicos han agravado la situación este verano. En ese sentido, no sólo se ha incrementado la carga de partidos, sino que se han acortado los descansos de los tenistas.
Por poner un ejemplo, los mejores tenistas del mundo suelen aprovechar normalmente el final de Wimbledon para darse unas vacaciones antes de iniciar la temporada de pista rápida en Canadá. Así, en 2010 entre el final del tercer Grand Slam (4 de julio) y el inicio del sexto Masters 1000 de la temporada (9 de agosto) transcurrieron un mes y cinco días. El mismo periodo de tiempo trascurrió el año pasado, cuando Djokovic fue capaz de vencer en el All England Club un 3 de julio, y levantar también el título en Toronto un 14 de agosto.
Este año, en cambio la situación ha sido drásticamente distinta. Entre el final de Wimbledon y el inicio de los Juegos apenas pasaron 20 días. No suficiente con eso, el Masters 1000 de Canadá empezó un día después de finalizar la final de Londres.
El resultado, como no podía ser de otra forma, fueron las numerosas bajas en Norteamérica. Nadal, Federer, David Ferrer no asistieron. Murray lo hizo, pero para retirarse después de su primer partido, y Tsonga y Del Potro cayeron a las primeras de cambio. Sólo Djokovic, que ganó el torneo resistió a la dura prueba.
Si podía parecer que el problema son únicamente los Juegos, existen otros. Los jugadores nada más acabar el US Open deben afrontar sin apenas recuperación las exigencias de la Copa Davis. Y lo hacen jugando a miles de kilómetros de Nueva York, y en la mayoría de ocasiones, hasta en superficie diferente.
Sin ir más lejos, Berdych jugó el sábado las semifinales del US Open y tuvo que empezar su serie de Copa Davis en Argentina el viernes. Lo de Ferrer aún resultó peor. Su partido de semis en Flushing Meadows fue aplazado al domingo y sólo cinco días después ya estaba jugando con España en Gijón.
De aquí al final de la temporada la tónica vuelve a ser infernal. La semana que viene ya empiezan a jugarse los primeros torneos de la gira asiática (Ferrer está apuntado en Kuala Lumpur) que provocan otro largo viaje para los jugadores.
Y para cuando la acaben, les espera acto seguido la temporada de pista cubierta europea con ATP 500 y Masters 1000 a la vista, además del cierre de sesión para los ocho mejores en la Barclays ATP World Tour Finals.
Para más castigo, se supone que los Masters 1000 son obligatorios (salvo Monte Carlo), por lo que el hecho de no jugarlos supone una sanción para el tenista. Y aunque asuman esa sanción, si no lo compiten, su ranking se compromete mucho para el resto de la temporada.
Por si fuera poco y para complicar más las cosas, la Copa Masters ha decidido este año retrasar la final al mismo lunes de la semana que debe comenzar la final de la Copa Davis. Es decir, en un hipotético caso de que David Ferrer, Tomas Berdych o incluso Rafa Nadal, decidan competir en ambas competiciones y lleguen a la final en Londres, sólo tendrán tres días de descanso.
Y con todo ello hay que darle gracias. La distancia entre Praga y la capital británica se puede asumir en un par de horas de vuelo. Además, es casi seguro que la superficie elegida por los checos sea “indoor rápida” al igual que sucede en Londres.
Pero, ¿y si la final hubiera sido en Buenos Aires, se hubieran imaginado a David Ferrer o Del Potro disputando una final de Masters un lunes, realizando un viaje de 12 horas a la otra punta del mundo, aclimatándose al horario y a una pista supuestamente diferente? Casi con total seguridad, hubieran tenido que descartar una competición, lo que demuestra el mal planteamiento del calendario.
Y si no lo hubieran hecho, ahí tenemos el ejemplo del citado Del Potro, que ya en 2008 tuvo que retirarse de la final de la Davis contra España después de acabar lesionado en una situación muy similar a la planteada.
Nuevos horizontes
En cualquier caso, parece que las noticias son alentadoras para los tenistas. La ATP ya ha señalado su intención de aumentar los tiempos de recuperación de los tenistas. Descansos, que en muchas ocasiones no son tal, sino el único momento del año donde los jugadores pueden entrenar sus golpes e ir modificando poco a poco su juego.
De momento, de cara a ese 2014, se pretende finalizar antes la temporada dejando alrededor de dos meses a los tenistas para ir preparando la nueva campaña. Todo un logro que a buen seguro que agradecerán los tenistas.
También te puede interesar:
La ATP busca grandes cambios en el calendario
Federer y Djokovic, el cansancio y las estrategias del calendario