
Tiebreak o ganar por dos juegos de diferencia cuando se llega al 6-6, ese es el debate que surge cuando se aborda el formato que debe seguir un quinto set en un partido de Grand Slam. En otras palabras, poner un tope al partido o dejarlo seguir hasta que algún tenista consiga hacer dos juegos seguidos.
En la actualidad, sólo uno de los cuatro grandes, el US Open, utiliza el tiebreak para decidir a los ganadores de sus partidos en el quinto set. Lo hace desde 1970, cuando lo decidió crear a petición del creador del Salón de la Fama del tenis, Jimmy Van Alen. Los otros grandes lo aplican, pero sólo en las cuatro primeras mangas. Así por ejemplo el Open de Australia lo puso en marcha en 1971, Wimbledon en 1972, o Roland Garros, el más reticente en 1973.
El principal motivo de su creación vino propiciado por la larga duración de los encuentros. Muchos partidos se convertían en auténticos maratones tenísticos que rompían todas las previsiones de programación de las televisiones y los organizadores. Ello provocó fuertes presiones que acabaron por desembocar en una muerte súbita repleta de emociones.
La inclusión del tiebreak ha sido positiva en muchos aspectos. La intensidad que se vive en un juego decisivo en inigualable. Aunque para los jugadores sea una lotería, lo cierto es que para el espectador poder decidir el partido en unos pocos puntos presenta un atractivo interesante.
En ese sentido, se han visto tremendos tiebreaks finales desde su instauración. Míticos son el vivido en los cuartos de final del US Open de 1996, entre el estadounidense Pete Sampras y el español Alex Corretja, con el español perdonando la vida a un “Pistol Pete” que acabó ganando el último juego entre vómitos. O el propio tiebreak entre el español David Ferrer y serbio Janko Tipsarevic de este mismo año, también en cuartos, y que terminó con la victoria del primero después de una increíble remontada.
Esa emoción ha contado desde siempre con el visto bueno de la televisión. En Nueva York, todo debe ser espectáculo, y claro, en eso la muerte súbita sube audiencias como nadie. La gente quiere sangre, y ésta, está a chorros en la muerte súbita.
Sin embargo, no todo el mundo es partidario de que exista tiebreak en los quintos sets de los encuentros. Para los puristas de la raqueta, así como para muchos jugadores, la imposición del juego decisivo en la quinta manga provoca que el resultado dependa más de un momento de inspiración y de suerte que del mismo juego.
Por ejemplo, Ivan Lendl o Rod Laver han confesado en innumerables ocasiones su desagrado con el tiebreak final, al considerarlo “un error que un partido de cuatro horas se defina en unos pocos puntos”. Otros en cambio, como Brad Gilbert lo ven como del túnel final de un duro partido y un estímulo para dar el último aliento.
En los partidos sin desempate, la teoría indica que siempre acaba ganado el más fuerte, el mejor preparado físicamente, lo cual permite un cierto margen de maniobra a los tenistas. Además, para muchos la emoción existe, solo que esta se extiende más a lo largo del tiempo.
Quizás, tengan parte de razón quiénes opinen así, si recordamos partidos de los otros grandes, como el disputado en 2004 entre el recientemente retirado Andy Roddick y el marroquí Younes El Aynaoui, que acabó con 20-18 a favor del americano.
O, que decir del legendario partido de Wimbledon 2010 entre John Isner y Nicolás Mahut que acabó con un 70-68 en el quinto set después de 11 horas y cinco minutos. Claro, que, quizás, este resulte algo pesado para un espectador que se tira tanto tiempo pegado al televisor esperando un inminente desenlace que parece nunca producirse.
Sin embargo, el hecho de que exista tiebreak final puede provocar que haya encuentros donde un jugador pierda a cinco sets sin tan sólo haber perdido ni una vez su saque. Si bien es harto improbable, esto ya ocurrió en los inolvidables cuartos de final a cuatro sets del US Open disputados entre Sampras y Agassi (6-7, 7-6, 7-6 y 7-6 para el primero).
Sobre la forma de jugar un momento tan importante, existes discrepancias. Para muchos tener un saque poderoso en fundamental. Para otros, lo más importante es tener nervios de acero dentro de la tensión que se respira en la pista. En cualquier caso, en lo que casi todos los tenistas suelen coincidir es en el hecho de jugar con control pero con agresividad.
Conclusión:
Posiblemente, la mejor solución no sea adoptar ni una medida tan drástica como la que adopta el US Open al llegar al 6-6, ni alargar los partidos hasta las casi 11 horas como el duelo Isner-Mahut que acaba con la paciencia hasta de los jugadores. Tal vez, se puedan buscar fórmulas alternativas que permitan combinar las mejores opciones. Por ejemplo, disputar el tiebreak en caso de llegar a 12 iguales, o disputar un supertiebreak a 15 puntos si se quiere. Esto por ejemplo sucede en el circuito de dobles, donde el set final se decide en favor de la pareja que consiga 10 puntos.
Son sólo propuestas que podrían servir para acabar con la injusticia de la muerte súbita final o la pesadez de un set interminable.
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