El Bosque de Bolonia tiene reservadas maravillosas historias que surgen por encima de la mente de cualquier guionista y David Goffin ya sabe cuál es la suerte de un perdedor y cuál es el auténtico significado de Lucky Loser (perdedor afortunado) porque va a jugar los octavos de final de Roland Garros contra su ídolo de siempre, Roger Federer.
Ni el más fantasioso de sus seres queridos hubiera imaginado el desenlace que tendrá la historia de David Goffin cuando comenzó a pegar pelotazos en la puerta del garaje de su casa en Bélgica ni mucho menos, el fatídico jueves cuando perdió su partido en las rondas clasificatorias para acceder al cuadro principal de Roland Garros. Goffin, un excelente pegador y delineante de ángulos imposibles, es un jugador con un saque bastante limitado, pero con un buen juego de fondo. Con estas credenciales llegó a París para tratar de hacerse un hueco en la élite del tenis mundial, desde su lugar 109 del Ránking ATP y con un balance en partidos de esta categoría ATP, (en la suma de torneos ATP 250, ATP 500, Masters 1000 y Grand Slams) de 7-7. Nunca había debutado en un Grand Slam en su cuadro principal y el francófono, llegó a su lugar favorito, la tierra batida de Roland Garros para comenzar a creer en las hadas.
Goffin y la lesión de Monfils
En la última ronda de las “quali” Goffin, cabeza de serie número 9, jugó contra el portugués Joao Sousa y allí parecía acabar su periplo y su ilusión de debutar en un cuadro principal de un Grand Slam. Había ganado con suficiencia sus dos primeros partidos en París (6-4 y 6-4 ante Vagnozzi y 6-2/6-2 ante Burguier), pero Sousa fue superior a él durante todo el partido decisivo, la tercera y definitiva ronda.
El portugués estuvo siempre cerca de romperle en sus servicios con restos profundos y dañinos con los que le tomaba la iniciativa sobre su pobre saque. Goffin no pudo encontrar su ritmo y sus ataques. Atenazado, fue neutralizado por el luso y ahí se ponía punto final a su singladura en esta aventura.
Pero el cuento no había acabado, así que lo que parecía un punto seguido acabó siendo un punto final. El destino tenía guardados caminos muy distintos para uno y otro. El luso cayó ante Granollers en primera ronda y, además, tuvo que soportar burlas hacia él y su público y una tremenda reprimenda por su comportamiento.
La lesión de última hora de Monfils dejó un hueco para aquellos que no habían conseguido su pase al cuadro principal y la bola de Goffin fue la afortunada. El belga había encontrado un hueco en su cuadro.
El cuadro principal
La aventura comenzaría contra un hombre como Radek Stepanek. Un cabeza de serie, el número 23, con 5 títulos en su palmarés, 7 finales de torneos ATP y una de Copa Davis. La tierra batida no es su superficie favorita, pero “El Gusano”, así conocido por la forma que tenía de celebrar algunas de sus victorias hace años, es un tenista muy peligroso para cualquier jugador. Con recursos para jugar saque-red y con golpes de fondo lo suficientemente peligrosos para desarbolar a cualquiera.
Goffin, sin la presión de jugar el cuadro principal y ya con el objetivo cumplido de sobra en París, jugó mucho más suelto sin tapujos. Ganó el primer set, pero vio como Radek, tomaba el mando del partido y le remontaba para ponerse 2-1 y con todo a favor para acabar con esta bonita historia. Pero Goffin soltó el brazo, encontró líneas desarrolló su mejor juego a Stepanek comenzaron a entrarle las dudas. Esto pasa.
De manera increíble superaba la segunda ronda para jugar contra Arnaud Clement. El francés no es cuestión baladí. Durante muchos años, Clement fue, junto a Grosjean, el ojito derecho del público parisino. Los dos productos de la factoría FFT (Federación Francesa de Tenis). Como el destino es así de caprichoso, eligió esta rendija del cuadro para escribir recto sobre renglones torcidos. Clement, el jugador que ostenta el récord del partido más largo jamás jugado en Roland Garros cuando en 2004 estuvo 6 horas y 33 minutos para ceder ante Santoro, récord que amenazaron Isner con Mathieu. Además, el francés venía de protagonizar una de las imágenes más insólitas y despreciables del año. En su partido de primera ronda, su rival, Alex Bogomolov Jr. decidió abandonar el partido cuando Clement restaba con match point a favor.
En segunda ronda, y muy probablemente, en la última comparecencia, al menos en el cuadro de individuales de Arnaud Clement en París, Goffin era un rival asequible. Sin embargo, el veterano tenista galo, que venía de cinco duros sets ante el ruso, volvió a tomar ventaja para colocarse 2-1 ante el belga. De nuevo todo parecía en contra y más con un público entregado a su viejo guerrero. No fue así. Otra vez contra las cuerdas, Goffin sacó lo mejor de su repertorio y acabó sepultando al francés.
Su primera ronda fue contra un cabeza de serie y la segunda contra un ídolo del público local. En tercera, su derrota hubiera sido una mota de polvo en los calcetines, porque Kubot no tiene más cartel que el de un buen jugador que aprovechó un cuadro asequible para meterse en tercera ronda. No es un protagonista del circuito. Un comparsa.
En los dos primeros sets contó con breaks en contra, el bueno de Goffin, pero siempre se sobrepuso ante el hierático Kubot. El tercero fue un paseo. El polaco se entregó y Goffin cerró su semana más gloriosa e increíble como tenista profesional. Ya lo sabía, su rival será Roger Federer y nada le va a alejar de la Philippe Chatrier o la Suzanne Leglend. La espada que le cortará la cabeza es la más grande y la más afilada. Roger batió ayer más récords. 32 Grand Slams consecutivos sin perderse unos octavos de final. Son tantos que se nos escapan de las manos. El debate ahora se centra en cómo es posible que un jugador así llegue a cuartos de final sin tener que haberse medido a un Top 75. Sencillo, los Grand Slams son así. Una primera semana de rodaje y una segunda donde te lo juegas todo. Nada que objetar. Federer no metió la mano en ninguna bolsa de ningún sorteo eligiendo bolas. Se ha cruzado contra quien se lo ha merecido: (Kamke (#78 ATP), Ungur (#92), Mahut (#89) y ahora Goffin (#109)).
Un lucky loser en octavos de final de un Grand Slam
La noticia, en cualquier caso, no es la suerte de Federer, sino la de un chico como Goffin que puede presumir, a su manera, de igualar algunos récords y desempolvar algunos que son bastante curiosos. Para empezar es el jugador más joven que queda en el cuadro principal y de los últimos 16 que retarán tras la disputa de la tercera ronda. Pero como “lucky loser” es todo un mérito llegar a octavos de final. De hecho, en toda la historia sólo 7 jugadores han conseguido llegar a una ronda tan adelantada procedentes del sorteo de los perdedores en las rondas clasificatorias. El último jugador que se había conseguido meter en octavos de final como “lucky loser” fue Dirck Norman, otro belga, que consiguió tal hazaña en Wimbledon, en 1995. En Roland Garros, no se daba esta circunstancia desde 1978. 34 años.
En PuntodeBreak ni contemplamos la posibilidad de que acceda a cuartos de final. (Y ya sabemos que esto es tenis). Sin embargo, las mejores actuaciones de un “lucky loser” en este deporte son las protagonizadas por Paco Clavet, quien en 1990 ganó Hilversum tras haber sido el afortunado con una plaza después de haber perdido en la previa. Como él, Chrisitna Miniussi ganó Sao Paolo en 1991, Stakhovsky ganó en Zagreb en 2008 con la misma condición y Rajeev Ram lo hizo en Newport en 2009. Por poner otro ejemplo de gran actuación de un lucky loser hablaremos de Haider-Maurer que tras perder en la previa, llegó a la final de Viena que acabaría perdiendo con Jurgen Melzer.
Posiblemente, Goffin acabe perdiendo su partido contra Federer y también, posiblemente, lo haga en tres sets corridos y sin presentar oposición. Por los nervios, por tener a su ídolo enfrente y porque, además, Roger se juega mucho en este Roland Garros y cada pócima de fuerza que ahorre le vendrá bien de cara a los partidos donde de verdad se va a jugar el torneo. Sin ir más lejos en cuartos de final contra el ganador del Berdych vs Del Potro.
El punto final a la historia del Lucky Loser lo rubricará la pluma de la que hubiera pedido un autógrafo. Pero antes de ponerle rúbrica, Federer tendrá que empuñar su raqueta. Así es este juego y así se escribe esta historia, que empezó con: “Érase una vez”, y acabará…