
El tenis es un deporte realmente complejo y cuya exigencia para los jóvenes valores es más alta. El circuito “aguanta”, por explicarlo de alguna manera, unos 150 jugadores de máxima élite y otros tantos, quizá hasta 350 ó 400 “trabajadores”. Esto quiere decir que, es verdad que los tenistas que más conocemos o los más relevantes, aquellos que juegan torneos ATP 250, ATP 500 y Masters 1000 o Grand Slamd, son profesionales muy bien remunerados y que tienen un nivel de vida muy alto. Sin embargo, muchos otros a penas pueden cubrir los enormes gastos que conlleva viajar de una ciudad a otra y la presión por ganar partidos es enorme. Así que, el filtro para los jugadores jóvenes que quieren ser profesionales es muy fino. Antes de llegar a la élite, la ATP, los jóvenes pasan por un circuito Júnior que, en ningún caso garantiza el paso al profesionalismo. Analizamos este difícil paso y los costes que puede tener.
De los inicios a la etapa júnior
Para empezar, el circuito júnior empareja a generaciones de uno o dos años como máximo, los que oscilan entre los 16 y los 18 años, aproximadamente. En esta época, la criba ya ha sido enorme. Llegar a este nivel ya es muy difícil para un niño que comienza su formación, prácticamente con 5 ó 6 años. Si nos ponemos en el caso de un niño que empieza a coger su primera raqueta y que despunta con algo de talento, le queda un camino plagado de obstáculos. Los métodos de entrenamiento son realmente exigentes y donde el filtro del talento no ha alcanzado, la preparación física lo corta.
Muchos jugadores poseen la habilidad para empuñar bien su raqueta, colocar bien su cuerpo y todos los requisitos técnicos para conseguir golpes ganadores y ser buenos jugadores de tenis. El problema empieza cuando hay que competir. Un chico que es la estrella de su club y el que más destaca con 10 años, un buen día se va jugar un torneo. Allí, su golpe de derecha, suficiente para ganar a cualquiera de su generación, no corre lo suficiente para ganar a un rival de su categoría.
Para poder hacerlo necesitarán más golpes, paciencia, otros recursos técnicos y tácticos y sobre todo recursos físicos.
El tenista comienza a formarse a muy temprana edad, pero es posible que aquel prometedor talento de 6 años ya no esté compitiendo al máximo nivel con 12 o que el chico que despuntaba a esta edad no llegue al circuito ITF Júnior. ¿Por qué?
El gran paso
De repente un día hay que tomar úna decisión. Y si la idea es dar un paso hacia el profesionalismo se acabaron muchas de las cosas que tiene un chico de esta edad en la cabeza. El momento de tomar la iniciativa para formarse como profesional le llega a un tenista en una edad en la que pocos han decidido su futuro como abogados, electricistas, fontaneros, periodistas, ingenieros o pilotos de avión. Este tipo de decisiones se toman, habitualmente en torno a los 16 ó 17 años, para el tenis ya es demasiado tarde. Un jugador que no haya despuntado y haya comenzado una preparación semi profesional a los 12 ó 13 no va a poder recuperar estos años de desventaja con los que sí dieron el paso al principio.
La madurez mental del chico en esta edad y su capacidad de sacrificio serán claves. Evidentemente su entorno también necesitará, no sólo un apoyo económico grande, sino un apoyo anímico muy importante. Estamos hablando de adolescentes a punto de conocer “perversiones”, (en el sentido de salir del camino correcto para un deportista profesional), que van a merodear al joven. Las primeras salidas, las citas, los cubatas, los amigos o quizá algo tan sencillo como el rechazo a una disciplina muy estricta.
Los más afortunados; aquellos que han llegado con 15 ó 16 años a la élite mundial, todavía tienen un paso más importante que dar.
El paso del circuito júnior al profesionalismo
Hay que seguir formándose en la etapa juvenil. Evidentemente, si un jugador llega a la élite mundial y está entre los mejores de su país con 16 años, lo normal es que siga con su carrera hacia delante y sean ya pequeños detalles los que marquen su evolución y progreso hacia la ATP. Sin embargo, las estadísticas y las apreciaciones son, aún así, impresionantes; Según la Federación Internacional de Tenis, debes de estar entre los 5 mejores de tu país y entre los 30 mejores del Mundo en edad juvenil para poder tener opciones reales a poder acceder al tenis absoluto entre los Top 300.
El estudio se ha hecho en jugadores júnior de 17 a 18 años. Así que un jugador que haya sido campeón de su país en todas las categorías inferiores, aún le quedan unos años de formación muy duros para llegar al profesionalismo.
Los últimos números 1 del mundo Júnior
De los últimos números 1 del mundo en edad júnior, (con 17 ó 18 años), los de la generación de 2005, (los nacidos entre 1987 y 1989), casi todos los principales suenan en el circuito, aunque muchos de ellos, perdidos en el ranking ATP. Por entonces, el número 1 era Donald Young. El 2, Marin Cilic, (el que hoy en día está mejor colocado y mejor colocado de esta generación). El 3; Ryan Sweeting. El 4; Jeremy Chardy. El 5; Leonardo Mayer. El 6; Robin Haase y el 9 Thiemo De Bakker. Del resto de jugadores es más difícil seguir el rastro de sus carreras.
Si acaso, Sam Querrey, que era el número 17 de esta generación, aunque hablamos de un chico del 87.
De la promoción de 2006 destacó Thiemo De Bakker. El holandés, que venía de ser uno de los mejores aún con 17 años, ya fue uno de los destacados el año anterior. De los que ya tenían 18 años destaca la presencia de Albert Ramos, que no pudo pasar del puesto 16 del ranking júnior y, sin embargo, esta temporada se está afianzando, (6 años después), como un Top 50 mundial en ATP.
En 2007 se oyó por primera vez en el circuito júnior la irrupción de dos súper talentos de los que se esperaba mucho más. Este año asomó la increíble generación de 1992 donde destacan Bernard Tomic y Ryan Harrison. Entonces, y prácticamente con 15 años, ya estaban en la élite mundial júnior con chicos hasta tres años mayores que ellos. De un año más, 1991, es el búlgaro Grigor Dimitrov. Sin embargo, este año lo encabezaron los nacidos en 1990; Ricardas Berankis o Uladzimir Ignatik, que todavía no han explotado.
En 2008, la clasificación mundial júnior la encabezó el jugador de China Taipei Tsung-Hua Yang. Su carrera como profesional no ha explotado, a pesar de acabar este año por delante de Yuki Bhambri y Bernard Tomic, (que con un año menos, ya fue tercero).
De esta generación tocan el Top 100 o apuntan a hacerlo Cedrik-Marcel Stebe y Guillaume Rufin. De 1990 también es Milos Raonic, que hoy parece el único de todos estos capaz de afianzarse en el Top 20, pero que en su etapa de formación como júnior sólo pudo llegar al puesto 49. Por delante de él, por ejemplo, aparecía Ryan Harrison (dos años menor), que ya hacía sus pinitos en la élite.
De las tres últimas generaciones hay pocos hombres que hayan podido debutar como jugadores ATP o que hayan tenido resultados notables en el circuito profesional. Tiempo tendremos de conocerlos.
Generaciones del 90-91 y 92
Sin embargo, quienes ahora aparecen con más fuerza en el circuito y parecen ser las nuevas perlas por cultivar en la ATP son estos jugadores que nacieron entre el 90 y el 91, con algún caso del 92.
Dimitrov, de 1991, es el súper talento búlgaro capaz de lo mejor y de lo peor. No cabe duda de su calidad, pero tendrá que afianzarse mucho más mentalmente para poder explotar todo el tenis que lleva dentro.
Por su parte, Bernard Tomic, del 92, también ha demostrado su enorme potencial. Un jugador capaz de sacar como uno de los mejores y de pegar como un Top 10. Ahora le falta afianzarse y quizá estudiar que su entorno sea el más apropiado para poder escalar en el ranking.
Harrison, también del 92, parece el más centrado de estos tres. Estados Unidos sabe que tiene en él a la mayor esperanza de que se afiance su talento porque quien parecía que lo iba a romper todo, pero está tardando mucho más en sacar buenos resultados es Donald Young. Del chico de la generación del 89 se esperaba mucho más y parece que el tiempo pasa y no acaba de romper.
En definitiva. Muchos jugadores, grandes generaciones completas, pueden quedarse sin tener un Top 50. Como vemos, el éxito de un joven en formación en el tenis tiene que ser tratado con mucha delicadeza y muy despacio. Un tema muy complejo.