
Wimbledon es sinónimo de hierba. El Grand Slam del Reino Unido es el más antiguo, el más elegante y el que más tradiciones conserva a lo largo de sus 125 años de existencia. La superfície es una de ellas y, pese a las polémicas, no se cambia.
Hay jugadores en la historia del tenis que han escrito su leyenda en la hierba de Wimbledon. El ejemplo más claro es el de Stefan Edberg, la definición pura de lo que un jugador de hierba es: saque-volea.
Edberg o John McEnroe aprovecharon las ventajas que la hierba ofrecía a su juego para ganar títulos en Wimbledon y regalar momentos memorables. Un tenis que se ve hoy en día como algo "desfasado", como una reliquia de museo.
La hierba es, por definición, la superfíce más rápida. La bola resbala más que en otras pistas y el bote es más bajo, lo cual beneficia a los sacadores enormemente y perjudica a los restadores. De hecho, el mejor restador de la historia, André Agassi, sólo consiguió un título de Wimbledon a pesar de contar con ocho Grand Slams.
2001 acabó en parte con el reino de los jugadores de hierba. Se cambió la variante de césped de ser mezcla de semillas a ser 100% ballico perenne. Según se explica en la propia página del torneo, un estudio independiente de The Sports Turf Research Institute demostró que este tipo de hierba era el que más duraba, y por ello se decidió cambiar para adaptarse a un estilo de juego más moderno -donde los jugadores son más físicos (Nadal, las Williams, etc.)- y que beneficia a jugadores de fondo de pista como Roger Federer, que se convirtió en el rey de la superfície en detrimento de tenistas más clásicos como el inglés Tim Henman que en 2002 se preguntaba "¿Qué pasa aquí? Estoy en un torneo de hierba y es el más lento que he jugado este año.".
La organización argumenta que el hecho de que la pelota sea más lenta, depende en realidad de las condiciones climáticas (los últimos años ha hecho más calor, por lo que la hierba se reseca y no resbala tanto), y que la pelota bota más ahora por la tierra, no por la hierba en sí.
Con el cambio del césped se endureció también la tierra. El motivo es que cuanto más firme sea, más regular es el bote y menos desgaste sufre por las zapatillas de los jugadores. En definitiva, el resultado hace que Wimbledon sea ahora un campeonato cómodo para jugadores como Nadal que, por ejemplo, el año pasado perdió en cuatros en un torneo menor como Queen's (sobre hierba) contra Feliciano López (que es buen sacador) y sin embargo acabó ganando Wimbledon sin problemas.
Otras de las beneficiadas por el cambio son sin duda las hermanas Williams, a las que echaremos de menos este año.
La hierba de Wimbledon, aunque ya no sea como antes, es de vital importancia para el Campeonato. Por ello hay 16 personas a su cargo durante todo el año y 28 durante el torneo. El jefe de pistas, Eddie Seaward, lleva al frente de la hierba del All England Club desde 1991, siguiendo la tradición inglesa de no cambiar algo mientras funcione. De hecho, hasta la medida del césped lleva años inalterable: 8 milímetros, ni uno más ni uno menos. La medida ideal, dicen los expertos, para que la hierba se conserve mejor durante más tiempo.
El ballico perenne asegura que la hierba esté en perfecto estado por un mínimo de 13 días pero aún así la consistencia de la tierra y la medida del césped se comprueban a diario. Las pistas se cubren con lonas desde 1971 para protegerlas de la lluvia pero también para que la tierra se conserve firme; sólo en la Pista Central se necesitan 17 personas para realizar esta labor. Y se utiliza una tonelada de semillas para renovar la hierba una vez al año, en el mes de septiembre.
Todos los detalles, gusten más o menos, están calculados a la perfección en un Campeonato que sólo se doblega ante las exigencias de la metereología. Todos los aficionados al tenis pueden recordar al que fuera "guardián" de la hierba entre 1982 y su retirada en 2005; era ese señor que cuando sacaba el walkie-talkie que era sinónimo de lluvia, ya sabíamos que quería decir que tocaba levantarse del sofá e irse a dar una vueltecita porque la cosa, seguramente, iría para largo. Alan Mills fue el juez del Campeonato durante años y un personaje tan admirado y tan detestado como la propia hierba de Wimbledon.