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A Miroslav Mecir no se lo recuerda solo por su incansable juego, sus 11 títulos o la medalla de oro que se colgó en los Juegos Olímpicos de Seúl 88. Al nacido en la ex Checoslovaquia también se lo trae del pasado por su humildad y la forma que tenía de vencer a sus rivales, que perdían orgullosos de haber enfrentado a un grande del tenis mundial. Si bien se retiró en 1990 con tan solo 26 años a raíz de una lesión en la espalda, el legado de Mecir sigue vivo gracias a la memoria colectiva y a su hijo, Mecir Jr, que pasó a ser 393 del mundo tras ganarle al italiano Fabio Fognini (81) en el torneo de Kosice.
La nacionalidad de Miroslav Mecir cambió con la partición de Checoslovaquia dos años después de su alejamiento como tenista profesional, aunque su gloria se mantuvo en el mismo lugar de siempre. Los que tuvieron la posibilidad de ver jugar a Mecir, aquel barbudo de sonrisa bonachona, entendrán cuando os digo que se trataba de un tenista que se hizo grande por su entrega y lo que transmitía en las pistas. Esas cualidades lo inmortalizaron, más allá de la enorme victoria a Stefan Edberg en las semifinales de los Juegos Olímpicos de Seúl 88, año en que se subió a lo más alto del podio. Pero el eslovaco, pese a su metro 90, nunca tuvo un dejo de ser superior, ni siquiera ante rivales notoriamente menores.
"Big Cat", como se lo conocía en el ambiente, estuvo tan cerca de salir campeón del US Open en 1986 y de ser finalista de Wimbledon en 1988 como de entrar al top 3 del Ranking ATP a fines de los noventa. Precisamente fue el 22 de febrero de 1988 que el campeón olímpico consiguió su mejor ubicación en el circuito profesional ubicándose cuarto con potencial para más. Sin embargo, y pese a ganar Indian Wells en 1989, Mecir tuvo que dejar el deporte que tanto amaba por una lesión en la espalda.
Humilde hasta en el saque, muchos lo recuerdan por su distentida y luchadora, relajada e incansable forma que tenía de jugar cada punto, cada juego y cada set. No había pelota por perdida para Mecir, por lo que la afición se deleitaba con cada uno de sus desgastes para conseguir lo que a veces parecía imposible, pero que luego se transformaría en otra hazaña más. En toda su carrera cosechó 11 títulos, 262 victorias y casi 3 millones de euros en singles, dobles y mixtos. Pero lo más importante para Mecir debe haber sido tener un hijo que se dedique al deporte que él tanto ama, más allá de si se trate de un tenista exitoso o uno más del montón.
Con los valores metidos en el mango de la raqueta, Mecir Jr comenzó a jugar al tenis de la mano de su padre y fue con éste que aprendió de qué se trataba este deporte. Al día hoy el pequeño Mecir no ha conseguido enormes éxitos, aunque su última victoria ante el italiano Fognini, número 81 del mundo, lo ha hecho escalar hasta el puesto 393 del mundo. Todavía tiene 22 años, por lo que a su futuro podría estar quedándole un gran paso. El padre igual ya está orgulloso.