Simona Halep obtiene su ansiada recompensa

La rumana Simona Halep levanta su primer Roland Garros tras remontar un 4-6 0-2 adverso ante la estadounidense Sloane Stephens (3-6 6-4 6-1).

Alejandro Arroyo | 9 Jun 2018 | 17.28
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En Puntodebreak encontrarás toda la actualidad y noticias de tenis, así como fotos de tenistas e información de los torneos ATP y WTA como los Grand Slam y Copa Davis.
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La historia del tenis ya tiene un hueco preferencial para Simona Halep. La tenista de Costanza se ha proclamado campeona de Roland Garros 2018 después de derrotar a Sloane Stephens en tres mangas (3-6 6-4 6-1), tras insistir y perseverar en el momento más comprometido, cuando peor marchaban las cosas y cuando la resistencia mental pintaba a claudicar ante la inconmensurable firmeza de la norteamericana. A punto de terminarse el margen para reconducir la final, Simona Halep se metió en el encuentro y celebró su primer major, sumándose a su actual condición de número 1. Halep, por fin, y de la mano del gran Darren Cahill, ya saborea la gloria eterna.

Pero la finalísima arranca muy complicada para la rumana. Hasta el punto de que todo lo que acontece hasta el instante de inflexión que le concede el dominio parece tener un significado definitivo. Es tal la influencia y el impacto que ejerce la estadounidense Sloane Stephens desde el primer momento hasta el 12º juego de la final que no es sencillo imaginar un cambio de rumbo. Halep no podía con Sloane. No podía sacar de posición a su rival, una virtud que ha descrito como ninguna otra cosa el juego de Simona.

Los primeros nueve juegos de la final femenina de Roland Garros 2018 sirven de muestra para exponer, al milímetro, la excepcionalidad que representa Sloane Stephens dentro del circuito actual, un trampantojo aparentemente inexpresivo en los gestos y en su economía de movimientos, a mitad de camino entra la serenidad y la pasividad, que son precisa y únicamente eso, pues el resultado y el derroche que supone su calidad para dominar los intercambios, mantenerse impasible ante el ritmo alto y dirigir la pelota sin dar ninguna pista de su dirección, son todo lo contrario: un auténtico derroche.

Si por algo se caracteriza el tenis de Simona Halep, en ausencia de una gran envergadura, y en presencia de su gran movilidad y cobertura de pista, es por mezclar todo lo que el tenis ofrece para ser dispuesto desde el fondo de la pista con tal de mantener a su rival en posiciones siempre incómodas. Aunque no atesora un abanico de variantes amplísimo, Halep tiene el don de, jugando a un ritmo y una grandísima intensidad, mover a su oponente. Y con Stephens, en los primeros doce juegos, nunca pudo hacerlo. De hecho ocurrió lo contrario.

Sabido es que Stephens es una competidora que se basa en la tranquilidad, el ataque medido y la defensa más fiable, que implora tiros sin aparente esfuerzo, que no parece mover las piernas para generar potencia y que aprovecha las pistas que le va ofreciendo su rival para actuar como respuesta, ya sea aprovechando potencia del exterior o un ángulo correspondido con un cambio a zonas vacías. Es así como Stephens se planta en el centro y 'derrota' a Halep hasta rozar la rendición.

Simona no encuentra siquiera la manera, en forma de golpe, velocidad o espacio por donde entrar hacia el momento en el que las mentes hacen 'clic' y la duda cambia de bando. Con la segunda manga, Simona se ve con break abajo nada más comenzar. Debe intentar cambiar las cosas, a través de alguna dejada -un golpe que en el contexto en el que se manejaba el partido, era difícil de interpretar, pues Stephens dominaba sin dejar bolas demasiado templadas-, algún golpe cortado o muchos más paralelos de derecha y revés.

Lo cierto es que Simona dominó lo más preciado en una final: su propia mente. Aunque nada estaba saliendo, aunque todo se encaminaba a volver a caer, Halep siguió contando en su cabeza, siguió ocupándose de ella, no abandonó a su espíritu y siguió intentado encontrar el golpe que encontrara la duda en Stephens. Y de tanto picar la piedra, apareció el valioso metal. Halep devolvió la rotura y se puso 4-2 arriba en un tramo enérgico pero sostenible. Stephens volvería con dos juegos de nuevo muy sólidos, pero la final había cambiado. Tocaba sudar.

El deporte individual tiene la bendita o maldita circunstancia de que todo se comunica. Los jugadores y jugadoras son vasos comunicantes donde un descenso de concentración eleva el del rival. Hay un intercambio de papeles consecuentes. Y Stephens sintió el miedo en cuanto Halep lo perdió. Con el miedo entraron más dudas, mala selección de tiro, menos primeros servicios y poca claridad para elegir el siguiente tiro. Halep estaba compareciendo y el público se lo hacía saber.

La tercera manga se cerró como el fiel reflejo de lo extremo que puede ser el tenis y de también el mérito y la recompensa que produce y ofrece a quien persevera. Simona Halep, número 1 del mundo y tres veces finalista de Grand Slam, ha logrado hoy en París el fruto que tanto anhelaba y que no ha dejado de buscar. Un triunfo que vale una carrera que lo más probable es que acabe de comenzar. Junto a ella, Darren Cahill, un tipo que sabe lo que es ganar Grand Slams y ser número 1 entrenando a Hewitt, Agassi y Halep. Gloria para esta enorme dupla.