Garbiñe Muguruza vuelve a disfrutar

Cuestión de feeling. En eso parecen resumirse las posibilidades de Garbiñe Muguruza en el mundo del tenis, poniendo de manifiesto su infinito potencial cuando está ordenada mentalmente y con una actitud constructiva en pista. La española parece necesitar de grandes objetivos para rendir a su nivel, y lejos de los Grand Slams, pierde esa chispa que hace que la bola queme cuando sale de su raqueta y que sus zapatillas chirrían sobre la pista con su explosiva movilidad.

Sus prestaciones en el Open de Australia 2017 están volviendo a ser las de esa jugadora que se abría hueco en el circuito hace dos años y dejaba boquiabiertos a todos los que la veían. Su triunfo en Roland Garros la consolidó como una estrella, y tras una segunda mitad de 2016 realmente negativa, parece haber asumido con entereza y madurez esa condición y estar actuando como tal. Tres partidos por delante para alcanzar la gloria, pero cuatro partidos ya en el zurrón que devuelven la ilusión y la confianza.

La española comenzó el partido con una gran movilidad, intensa desde el inicio y consciente de la necesidd de dominar ante un Sorana Cirstea con una amplia amalgama de golpes. Garbiñe asumió la batuta del encuentro, tanto en el juego como en el marcador, y eso reforzó su autoestima. Se movió mejor de lo normal, sin precipitarse en la búsqueda del golpe ganador y moviendo con paciencia a una Cirstea sin argumentos, que cometió demasiados errores no forzados.

La rumana parecía reaccionar en los compases finales del primer set, pero Muguruza se ayudó del saque para sofocar los aires de rebelión, y no regaló nada, como demuestran sus 9 errores no forzados en todo el partido. Sorana tuvo que ser atendido por el médico debido a una ampolla, pero Garbiñe no tuvo piedad y cerró el partido como una campeona. A este nivel se antoja complicado pensar en alguien que pudiera derrotar a Muguruza. En cuartos de final, la española espera a la vencedora del duelo entre Angelique Kerber y Coco Vandeweghe.