En un circuito donde cada vez se pega a la pelota más fuerte desde el fondo de pista, todavía quedan algunos jugadores con un juego diferente, capaces de deleitar a los aficionados por la variedad de golpes que tienen dentro de su repertorio.
Alexandr Dolgopolov es protagonista esta semana por haber llegado a la final del ATP 500 de Valencia. El ucraniano es uno de los pocos tenistas que todavía quedan en el circuito que es capaz de asombrar al público por las genialidades que es capaz de hacer.
Cuando hoy la mayoría de jugadores ofrecen un patrón de juego similar, basado casi siempre en pegar fuerte desde el fondo de la pista, Dolgopolov aún se atreve a hacer dejadas inverosímiles o cambios de ritmo frenéticos que no sólo sorprenden al rival, sino a todos aquellos que acuden a verlo a la pista, o incluso a los espectadores que lo ven desde televisión.
Un jugador "loco", tal y como lo definió Rafa Nadal en su día. Quizás, porque su estilo anárquico, basado en la improvisación no sea plato de buen gusto para sus contrincantes. Su duro saque es capaz de combinarlo con derechas y reveses que vuelan, o cuando prefiere otra cosa, por golpes cortados con un efecto demoledor. Es por ello que ningún tenista del Top 10 quiere tenerlo cerca en un cuadro de un torneo. Con Dolgopolov nunca se sabe por donde sale el sol.
Tampoco Florian Mayer es un jugador que responde al prototipo de tenistas que podemos encontrar actualmente. El alemán, metido entre los 30 primeros del mundo, siempre resulta incómodo. Especialista en jugar plano, sus cambios de ritmo complican la vida a cualquiera cuando tiene un día bueno. Las dejadas marca de la casa y un revés en suspensión de los que ya no quedan, hacen que verle dentro de una pista siempre sea interesante.
Otros dos hombres que no dejan indiferentes al gran público son Michaël Llodra y Radek Stepanek. La fortuna ha querido que estos hombres vuelvan a enfrentarse en la primera ronda de París-Bercy, algo que ya hicieron una semana antes en Basilea. Una magnífica oportunidad para ver dos estilos de juegos de los de antes. El francés representa la escuela del saque y de la volea que reinaba en los años 80 y principios de los 90. Un jugador de otra época que es capaz de restar e irse a la red con tal de evitar los intercambios largos.
El checo ofrece más versatilidad. Especialista también en el dobles, al igual que Llodra, Stepanek es un gato en la red cuando decide subir a volear. Sin embargo, al contrario que el francés, el checo no reniega de los intercambios largos y es capaz de combatir de tú a tú desde la línea de fondo. Su presencia en el circuito es un lujo que cada vez se hace más difícil de ver a sus casi 34 años.
Feliciano López es otro de esos jugadores que ya no son muy comunes de encontrarse. El toledano ofrece un juego vistoso, sobre todo cuando es capaz de afinar el revés cortado que tanto daño suele hacer. Con uno de los mejores saques del circuito, sus subidas a la red llenas de intención son una pesadilla para cualquier tenista.
Por supuesto, Roger Federer no puede faltar en esta lista. La elegancia personificada, el esquema a seguir. Nadie duda de que el suizo juega al tenis como nadie lo hace. Reveses cortados, liftados o planos, son parte de un repertorio que también ofrece sutiles dejadas o magistrales voleas. Con Federer en la cancha, cualquier cosa es posible de ver.
Ya retirado, quizás el rey de estos estilos diferentes, fuera el francés Fabrice Santoro. "Le Magicien"era al tenis como los Globetrotters al baloncesto. Un tenista que golpeaba a la pelota con las dos manos tanto de derecha como de revés y que era capaz de meter en un lio al mejor de los tenistas del momento. Sus cara a cara con ex número 1 así lo atestiguan. Carlos Moya o Andre Agassi fueron incapaces, por ejemplo, de tener un balance favorable con el galo en el total de sus enfrentamientos.
Dejadas, willys, voleas imposibles, Santoro era un caso único, de esos que siempre se recordarán en el tenis por la imaginación que era capaz de desarrollar sobre una pista.